domingo, 22 de marzo de 2009

repaso a cine reciente (brevemente) microcríticas

No hay comentarios:
Tenía ganas de reir, sin grandes complicaciones, pero no pudo ser. No se puede ver mas de quince o veinte minutos. Sin gracia, con gran presupuesto, aburrida.
Basada en la novela de una grande del petardeo periodístico, Elvira Lindo. Una Palabra Tuya es una película destacable. El cine español anda bastante mal, por eso cuando de vez en cuando aparece una cinta buena como ésta hay decirlo. La historia es creíble, muy creíble y está bien construída. El reparto es bueno destacando el papel de Malena Alterio por encima de el de Esperanza Pedreño que todavía arrastra el tic Cámera Café. La anciana y enferma madre es también un acierto de casting y la fotografía y la música son muy apreciables. Pero una de las cosas que sobresalen como valor son las localizaciones. Se sabe que las localizaciones son parte del proceso creativo del director (y del localizador) y que eligiendo bien los lugares de rodaje ya se tiene bastante ganado. Las localizaciones madrileñas (zona Nuevos Ministerios) el barrio donde viven y el remoto cementerio son un acierto que llevan por muy bien camino la puesta en escena. La directora (que como Lindo también es megasuperguay) hace un buen trabajo con los actores y con el montaje, porque el ritmo y la manera de contar es moderna (alejada del tópico nacional) tiene pulso, ritmo y emoción. Yo sinceramente, a día de hoy si se me cruzara un guión, si tuviera que dirigir una película, que Dios no lo quiera, me gustaría que mi nombre apareciera como dirigido por... en una película como ésta.

Me dormí hacia la media hora. No entendía nada, cine de intrigas político-empresarial-social
bastante aburrida. En este tipo de cine o se entra o no se entra. Había oído hablar bien de ella, pero nada.

Cine del grande hecho por uno de los grandes. Espero que a pesar de ser un hombre ya mayor a Clint le quede tiempo para hacer muchas películas como ésta o del nivel de ésta. La única película norteamericana reciente que vale realmente la pena. Pero claro, es clint Eastwood, tocado ya del halo de la maestría. La verdad es que la historia recuerda a otras historias de su filmografía, como las hacen los grandes: contar siempre la misma historia pero de distinta manera. ¿Es que acaso esta cinta no se podría definir como dicen los críticos sesudos como un western crepuescular? Yo creo que sí. De hecho Clint siempre ha hecho películas del oeste, western, aunque transcurran en Nueva York o en Algete. La redención, la justicia, el perdón... todo estaba ya en el cine de Eastwood y lo está también en Gran Torino, en la Gran Gran Torino.

Lo mejor de todo es el cartel. Un homenaje a las pelis clásicas. Pero solo eso, el cartel. Porque la película tampoco la entendí. Ésta si la ví hasta el final. Pero no entiendo a los Cohen cuando se ponen cómicos. Da cosa ver a dos grandes actores como Pitt y Clooney haciendo literamente el tonto solo porque es una cinta de los Cohen. Son como Almodóvar o Woody Allen. Cuando llaman a un actor, por estrellas que estos sean corren a hacer la película sin leer el guión, aunque luego la película sea un fiasco, pero ya han cubierto su cuota de cine de autor, de cine de prestigio. Que difícil es hacer una buena comedia.

El cine francés, como en general todo el cine europeo cuando se hace bien es como quien dice dos veces bueno. Debe ser por el complejo que tenemos con el cine norteamericano. Los gabachos están quizá muy cerca del cine con mayúsculas. Quizá porque se atreven con temas fuertes, de enjundia y quizá porque también nadie se atreve a corregisrles. Hacen lo que quieren y punto. Es un acierto. La actriz inglesa afincada en París Scott Thomas está que se sale como casi siempre. El tema, la forma... Buenísima película. Y lo mejor... no saber de qué va. Una gran sorpresa.
Así, sin mucho pensar publico las mirocríticas.

domingo, 15 de marzo de 2009

El Luthier de Ópera, nueva serie de fotos

5 comentarios:

Antes del verano del año pasado Cris tenía que cambiar ya de violín porque aquí mi amiga ya había pegado ese estirón que la ha dejado como está ahora, con ese cuarenta y uno de pie y esa fuerza que en sus abrazos te deja sin aliento. El violín de tres cuartos en su hombro y mano le quedaba como esos instrumentos pequeñitos que venden como broches para vestir. Así que había que cambiárselo por un cuatro cuartos y ya puestos comprarle uno que ya le durara un tiempo. Las recomendaciones apuntaban a ir a un luthier y no a una tienda normal de instrumentos musicales como en la que habíamos comprado el anterior instrumento. Ventajas de ir a un luthier según nos decían: trato mas personalizado, mejores instrumentos, posibilidad de futuros cambios, mantenimiento... Nos recomendaron El Luthier de Ópera y allí fuimos. La primera vez fué para pedir cita. No valía por teléfono, había que ir y hablar de la violinista. Bien, fuí, allí estaba Carlos el luthier atendiendo a unos clientes y parco en palabras me preguntó las características de la niña y me emplazó para unos días después. Cuando volvímos el día indicado nada más entrar por el taller comprobamos los beneficios de tratar con un luthier, en concreto con El Luthier de Ópera. Hombre joven de maneras suaves y elegantes tenía preparado un estupendo sillón antiguo para que se sentara Cris. Su madre y yo a un lado y en silencio. Los violines colgaban del techo, lo violonchelos y contrabajos apoyados por las paredes en un sótano al que se accedía de la calle por una estrecha puerta y una empinada escalera. En una bancada alta tenía una serie de violines apoyados. Cogió uno y de lo dió a Cristi. Toca algo... ¿el qué? no sé, lo que quieras le dijo. Cristina comenzó a tocar. ¿Que tal? Bueno... Ahora prueba este otro... ¿Qué tal? ¿Este mejor o peor? No sé, mejor. Los papás secando con la fregona las babillas... Y así estuvieron probando los dos hasta que finalmente dieron con el adecuado. Aquel lugar y la forma en que el luthier habia estado hablando de los matices del sonido, las características a cual más sutil de los instrumentos y en general el ambiente me cautívó. Al terminar le pregunté si le importaría que volviera en otro momento para hacer una pequeña sesión de fotos del taller. Me dijo que sí aunque declinando amablemente la posibilidad de salir él en ellas y quedamos para otro día. Volví el día acordado con la cámara y el trípode. Alrededor de las once de la mañana. Carlos estaba solo, trabajando en la parte de atrás del local, en el taller. Mientras disparaba las fotos tuvimos una amigable charla. Me contó que llevaba muchos años en este oficio, que lo aprendió de otro maestro, que no hay otra manera de aprenderlo, que no hay escuelas de luthier. Que empezó poco a poco, montó su propio taller y fué creciendo el negocio del tal manera que tuvo que ir metiendo a cada vez más empleados hasta llegar a ser siete. Aquello era una negocio rentable, pero cada vez más estresante. La cosa se fué complicando hasta que decidió cerrarlo y al cabo del tiempo abrió este taller con otra idea bien distinta, la de tener un trabajo estable, pero también más tranquilo. No tiene vocación de crecer como negocio. Ví que tenía colgados del techo algunas insignias, una especie de banderas y me empezó a hablar de cosas más personales. Su mujer es japonesa y tienen dos hijos. Los símbolos los tiene porque son practicantes de disciplinas orientales -meditación, yoga...- y su vida ha cambiado totalmente. Viene en tren desde la zona noroeste de Madrid, no va en coche. Horario continuado hasta las cinco de la tarde para poder irse a casa para estar con los suyos, en definitiva trabajar para vivir y no al revés. Su charla y su voz era moderada, pausada e irradiaba calma y serenidad. Resultó un encuentro interesante y enriquecedor.
He tardado tanto en publicar las fotos en el blog por una duda de caracter estético. Cuando me dediqué a ordenarlas y prepararlas comprobé algo que ya ví durante la sesión. Todos los instrumentos clásicos de cuerda tenían una característica común: el color. Casi todos, no todos, pero casi todos tienen un color similar y eso junto con la luz del establecimiento y el color de fondo de las paredes resultaba todo ello de la misma tonalidad y se empastaban. No soy muy partidario del uso del photoshop, tan solo tal vez para reencuadrar y poco más. Esta vez estuve durante todos estos meses probando la forma de adaptar el tema del color, pero no llegaba a ninguna conclusión. Me ponía con ello, pero al final lo dejaba. Hasta que al final tomé una decisión salomónica y tiré por la calle de enmedio. Todas las fotos irían en blanco y negro. Quería destacar la fuerza de la composión de los encuadres y el color se convirtió en una especie de estorbo. Esa fué la conclusión a la que llegué después de todo este tiempo. Sería una serie de fotografías en blanco y negro. Los instrumentos, sus formas, la manera en que estaban colocados en el taller, todo eso era lo que me interesaba y por una vez no el color. Así que ahí va la serie.

domingo, 8 de marzo de 2009

Los Caminos del Cine Español

No hay comentarios:
Que no son buenos tiempos para el cine español lo sabemos todos. Aunque ¿algún tiempo han sido buenos? Es una lástima que tengamos que hablar siempre de casos concretos, de ciertas películas y no de un conjunto o una cinematografía que como tal es deficiente.




Los Girasoles ciegos es uno de estos casos de película fallida. Su director ha querido repetir el éxito que tuvo con La Lengua de las Mariposas en el sentido de que se basaba en algún de un autor conocido. En este caso en Los Girasoles ciegos de Alberto Méndez que había sido un best seller, eso sí a la española, o sea con las ventas de lo que se considera un éxito en el mundo del libro español. Ahí estaba Jose Luis Cuerda al acecho de un argumento como ya lo hizo con el libro del escritor Manuel Rivas, llamado a ser el escritor español por su muy bien orquestaba promoción en los medios. Le debe faltar poco para ser académico, luego Cervantes y ya veremos si Nobel. Cosas del poder mediático en manos de grupos editoriales. Cuerda llama a Rafael Azcona y quieren repetir la fórmula. La película está dedicada póstumente a este gran guionista. Los ingredientes son parecidos, a saber guerra civil, iglesia y poder opresor... No creo que el espectador esté cansado del tema guerra civil en el cine, sino más bien de que se trate siempre desde los mismos y ya manidos puntos de vista sin historias que valgan la pena, ya estén desarrolladas en la guerra civil o en la de Cuba. Y ese es el problema, esta película está llena de tópicos: escritor perseguido y oculto en un zulo tras un armario, brazos en alto, curas malísimos, viuda ardiente, Maribel Verdú por supuesto, pero todo sin sustancia y sobre todo rodado como le ocurre a este director, viéndose claramente la secuencia. Me explico: escenas rodadas que no casan, que no forman una continuidad, sino escenas que empiezan y acaban con la palabra acción y corten, no creando una película plano a plano, configurando ambiente y tensión, bien pegadas una tras otra conformando el filme.



En el otro extremo de la cuestión se encuentra Camino, una película valiente, con tema interesante y con una buena factura. Prueba de que si se quiere se puede. Fesser elige un tema al que al parecer llega por la casualidad. Encuentra hace años un libro o unos cuadernos que hablan sobre el tema y decide ponerse a investigar. Elabora un guión bien armado con puntos álgidos, tensiones, emoción de la dura, de la que hace llorar y un acabado como el que él suele darle a sus películas anteriores. Realización moderna y arriesgada -las escenas de las ensoñaciones de la niña son soberbias- casting medido y adecuado, sin efectos ni artificios mediáticos, fotografía, ambientación... todo en su orden y en su sitio. Una buena película. A Fesser el cambio de registro de los P. Tinto y Mortadelos -por otro lado también necesarios y bien ejecutados como comedias- le viene de miedo pasarse al drama y sale vencedor, como se ha podido ver en la pasada entrega de los Goya. Más películas de este nivel, por favor.





Si hemos hablado de extremos, de una mala y una buena película ¿por qué no hablamos de una película intermedia?¿por qué todo tiene que ser bueno o malo? Las películas, las obras de arte también pueden ser sencillas, medianas, dignas, que aunque no lleguen a la categoría de gran obra, se puedan ver y su honradez sea de verdad y no engañen. Por el hecho de trabajar en Promociones de Antena 3 tenemos que hacer spots, trailers o promos de películas en las que antena haya producido o participado en la producción. Como siempre suele haber de todo, pero en general tratandose de cine español suelen ser bastante malas. Esta semana he tenido que trabajar sobre la película Al final del camino, aún sin estrenar. No sé si ha influido su temática caminodesantiagocomotelóndefondo para que se me asigne esta peli ya que todos saben de mi afición sobre el tema, siempre por detrás de mi compañero Juan Pablo, auténtico cum laude en la materia. Bien pues una vez visionado el filme llego a la conclusión de la que antes hablaba. Nos es una gran obra, pero no pretende engañar a nadie. Es una comedia ligera, con cierto enredo, romántica, pero romántica como de ahora, de estos tiempos, sin empalagos. Efectivamente está apoyada por el Xacobeo y por la Xunta y tiene como telón de fondo el camino de santiago. Aunque se queda en eso, en telón de fondo, en excusa para hacer una especia de road movie pero a pie. Y el camino no destaca especialmente, pero lo poco que sale digamos que está debidamente documentado y no aprecen topicazos en los que otro hubiera caido. Destaca Malena Alterio muy por encima de Fernando Tejero, pero en general el casting es acertado, con algún pequeño exceso como el marido macarrilla y algún otro acierto como la supuesta pareja gay y el gurú argentino. Entre los extremos de una buena y una mala obra de arte como en casi todo hay un amplio espectro en el que moverse. Los que sin ser genios en alguna materia también pueden y deben crear y desarrollar una carrera que tenga unos grandes obejtivos de creación y trabajar duro para poco a poco conseguirlos algún día.

lunes, 2 de marzo de 2009

EUME

1 comentario:

En la mejor tradición de políticos que antes, durante o después de su carrera política han sido intelectuales descubro la obra del actual ministro de cultura César Antonio Molina. Aunque ya conocía su figura antes de que se dedicara directamente a la política, le he seguido aún más los pasos desde que fué durante algún tiempo director del Instituto Cervantes y ahora ministro de cultura. Este es el primer libro que leo de él y la sorpresa ha sido grata. Impresiones, buenas ideas con las palabras justas, bien transmitidas, con unos versos transparentes, que no buscan la grandilocuencia sino el sentido más profundo de los sentimientos. Me ha gustado. Sabemos que desde que era director del Instituto Cervantes, que tiene sedes en todo el mundo hace presuponer que el cargo le debió de implicar dedicar mucho tiempo a viajar por las diferentes sucursales del instituto. Esto y los largos tiempos de espera, aviones y demás lugares donde alguien con capacidad de observación no sólo exterior sino muy hacia adentro pueda sacar provecho literario y poético a estas esperas. Es lo que ha hecho el autor de Eume. Añorar y comparar el río Eume de su Coruña natal con los ríos de personas, los sonidos, las sensaciones vividas en sus viajes. Consigue plenamente una sensible transparencia en unos hermosos versos.
El primer poema tiene este fantástico título y representa perfectamente el espíritu del libro.

OBLIGADO A ESPERAR DURANTE VARIAS HORAS EN EL AEROPUERTO DE PEKÍN DEBIDO A LAS INCLEMENCIAS DEL TIEMPO PIENSO QUE YA ESTARÁN LAS LLUVIAS CAYENDO SOBRE EL EUME.

Una densa niebla y una gran ventisca impiden despegar.
Donde quiera que vaya: peligro y dificultades.
Haga lo que haga: complicaciones y fracasos.
Al igual que en Madrid pierdo el Metro,
ahora en este otro continente
me detienen adversos aires.
Envejezco en cada aeropuerto.
Envejezco en cada terminal.
Envejezco en cada sala de espera.
¿A dónde van a parar esta horas?
¿Podré reclamarlas al final de mis días?
Como nimbo vagabundeo a merced de los altavoces.
como nimbo vagabundeo a merced de las pantallas.
La azafata de información me sonríe
y me entrega una rama de sauce.
Tú Lung escribió esta máxima:
Un buen viajero es el que no sabe a dónde va.
Un viajero perfecto es el que no sabe de donde viene.
En el aeropuerto de Pekín
el río humano de pasajeros perdidos
también se llama Eume.


Hermoso poema que en mi opinión explica perfectamente lo que siente el autor en esa situación de soledad entre la multitud, de nostalgia de la tierra desde un lejano lugar. Leídos con calma, con ganas de buscar la introspección, he pasado unos gratos y tranquilos momentos con la lectura de este estupendo libro.


Este es el río Eume.


César Antonio Molina, autor de Eume.