
Aprovecho para ver cine de autor. Como las veo en el ordenador puedo ver pelis de las que mis hijos llaman esas pelis raras chinas que tú ves.
Está bien verlas en la pequeña pantalla del miniportátil -que San Carlos Boyero me perdone- pero se pone uno la pantalla cerca y unos auriculares y la verdad es que es una especie de gran sala de cine. Con los auriculares se escuchan gran cantidad de matices sonoros que hacen que uno entre aún más en la película y las minipantallas, la verdad, se ven cada vez mejor.
Empiezo viendo El último viaje del juez Feng. El autor no se anda con tonterías, el título lo cuenta todo: Provincia de Yunnan, al sudoeste de China. Un tribunal ambulante recorre los sinuosos caminos en su gira anual. El viejo Feng es el juez. Su secretaria, Yang está a punto de jubilarse. Les acompaña el joven juez Ah-Luo, que se estrena en esto de las giras. Un caballo viejo transporta la insignia nacional, los expedientes y todas sus pertenencias. Un viaje fuera de lo común por la China rural y sus minorías étnicas, en donde, a través de los conflictos, se nos muestran tradiciones y leyes ancestrales y cómo la justicia del Estado choca con la sabiduría campesina. Creo que este tipo de cine está mucho más cerca de la poesía que de la narrativa convencional. El tempo, la foto, el sonido y sobre todo los temas están vistos desde la óptica de una sensibilidad ilustrativa, sin grandes artificios y de una gran humanidad. Una de las oportunidades de este cine es la aprender de otras culturas, culturas poco transitadas por lo medios de tal manera que la peli se convirte en una especie de National Geographic de ficción, naturalista y tremendamente creíble. Ver en este caso el difícil viaje de un juez ya mayor, su secretaria y un juez joven por lugares remotos impartiendo justicia de verdad, hacia los pequeños pueblos con asuntos tan terrenales como divorcios, dotes o asuntos de lindes. Yo particularmente soy fanático de este tipo de cine, lo saboreo cuando compruebo que es de verdad claro, cuando notas que las imágenes trasmiten esa verdad y no una impostura -que a veces ocurre- con supuestas pelis culturetas y pretendidamente intelectualizadas.
Empiezo viendo El último viaje del juez Feng. El autor no se anda con tonterías, el título lo cuenta todo: Provincia de Yunnan, al sudoeste de China. Un tribunal ambulante recorre los sinuosos caminos en su gira anual. El viejo Feng es el juez. Su secretaria, Yang está a punto de jubilarse. Les acompaña el joven juez Ah-Luo, que se estrena en esto de las giras. Un caballo viejo transporta la insignia nacional, los expedientes y todas sus pertenencias. Un viaje fuera de lo común por la China rural y sus minorías étnicas, en donde, a través de los conflictos, se nos muestran tradiciones y leyes ancestrales y cómo la justicia del Estado choca con la sabiduría campesina. Creo que este tipo de cine está mucho más cerca de la poesía que de la narrativa convencional. El tempo, la foto, el sonido y sobre todo los temas están vistos desde la óptica de una sensibilidad ilustrativa, sin grandes artificios y de una gran humanidad. Una de las oportunidades de este cine es la aprender de otras culturas, culturas poco transitadas por lo medios de tal manera que la peli se convirte en una especie de National Geographic de ficción, naturalista y tremendamente creíble. Ver en este caso el difícil viaje de un juez ya mayor, su secretaria y un juez joven por lugares remotos impartiendo justicia de verdad, hacia los pequeños pueblos con asuntos tan terrenales como divorcios, dotes o asuntos de lindes. Yo particularmente soy fanático de este tipo de cine, lo saboreo cuando compruebo que es de verdad claro, cuando notas que las imágenes trasmiten esa verdad y no una impostura -que a veces ocurre- con supuestas pelis culturetas y pretendidamente intelectualizadas.

La segunda peli de crítico/convaleciente con el pie chungo no puede ser más acertada. Disfrute total. Siempre desde el punto de vista desde el que estoy hablando, claro, no vaya a correr todo el mundo a verla sin tener en cuenta que hablamos de cine de autor. Planos largos, poca música, sonido directo, actores de gran talento, desconocidos, actores no profesionales, temas alejados de nuestra rutina diaria... En unos parajes inhóspitos del Kurdistán postSadam un afamado músico que ha vivido exiliado inicia un viaje en busca de sus numerosos hijos -todos músicos también- para realizar un concierto en la ciudad. Ayudado por un fiel amigo que conduce un autobús recorre las solitarias carreteras que separan los diferentes pueblos donde viven sus hijos. Para el viejo es un viaje obligado y con final incierto ya que los numerosos impedimentos que les suceden hacen dudar sobre su propósito. Controles mulitares, no todos sus hijos quieren acompañarle, una de sus hijas -conocidad cantante- está perseguida aún por los militares, todo son impedimentos.
Los kurdos son un pueblo sin estado y, según el director de la película, la esencia de ese pueblo sin estado está en la "mezcla de tragedia y comedia con la que se ha enfrentado a tantos sufrimientos y tragedias en la historia", de ahí que busquen el refugio "en el humor y en la música para poder seguir adelante, para no perder la esperanza en un destino que no sea tan amargo".
El director sabe mezclar el mundo simple y árido de un país en dificultades con la sociedad moderna. Conviven los teléfonos móviles y los ordenadores portátiles con lo ancestral del páramo y un universo sonoro que está por desaparecer.



En otro orden de cosas está el Mundial de Atletismo. Con el pie vendado y en alto sólo dejo de ver cine o leer para ver el Mundial de Berlín. Merece la pena ver imágenes de esfuerzo y superación como se ven en estos campeonatos. ¡Qué increíbles imágenes hemos podido ver estos dias!
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